lunes, 19 de noviembre de 2012

En silencio

  Por fin, la casa está dormida. Todos plácidamente se recrean en sus sueños, oigo sus respiraciones más o menos ajetreadas desde el salón.
  El sueño no desea acercarse a mí.

  Tras un fin de semana triste, aquí, en la soledad del silencio, desearía ser una niña otra vez. Volver a aquellos tiempos en los que mi máxima preocupación era ver la tele, hacer los deberes o jugar con mis amigos. Donde siempre me esperaba al llegar del colegio un plato caliente, un sofá mullido y unos brazos amorosos. 

  Hoy me acostaré sola. 

  Ojalá estuviese aquí mi madre, para arroparme en la cama y para darme un beso de buenas noches con la luz apagada. Ese beso de amor infinito que sólo pueden dar las madres y que la mía hacía cada noche, en los párpados, aunque estuviese ya dormida. A veces se quedaba mirándome en la semioscuridad, y me acariciaba el rostro, sin saber que yo despierta, le dejaba hacer. 

  Tal vez el tiempo y la vida nos haya alejado un poco, pero te tengo tan presente en tantos momentos del día a día que sería difícil nombrarlos. Siempre estarás en mí. Gracias por tanto amor que me has dado, tantas veces, sin recibir nada a cambio.

  Sé que aún estarás despierta, nunca has sido de dormir mucho. En esta noche llena de estrellas te mando mi beso de buenas noches, para que sueñes con cosas bellas.




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