domingo, 3 de junio de 2012

Los límites y la complacencia





La educación y la crianza, esas cosas. Cuando me quedé embarazada de mi primera hija, creí que estaba preparada para ser madre, pero ahora no lo tengo tan claro. Estaba preparada para cuidar y para querer, para amamantar y satisfacer las necesidades vitales de un niño. Pero, ¿y para educar? Tengo tantas contradicciones en mi día a día que realmente a veces me siento perdida. Y me gustaría diseccionarlo punto por punto:


 1. Mis necesidades versus las necesidades de mis hijos.  


Está bien ser una madre abnegada y dedicada en cuerpo y alma (no es mi caso), pero me doy cuenta todos los días de lo que influye mi estado de ánimo en cuanto a paciencia, ganas de enseñar cosas nuevas, etc. Por tanto, tengo que poner en una balanza también mis necesidades y encontrar el equilibrio satisfactorio para todos. Por ejemplo: detesto el desorden. Y me gusta la tranquilidad, ni el ruido ni el griterío. ¿Qué debo hacer entonces? Supongo que dedicarme al menos una hora al día a elegir entre deporte, estudio o lectura relajante. Y entonces, ¿Por qué me siento culpable cuando salgo? Apuntémolos como trabajo personal NUMERO UNO.


 2. Los gritos. 


Antes de que naciera la peque nunca gritaba, probablemente fruto de una reminiscencia infantil, ya que en mi casa muchos conflictos se arreglaban a voces y tirando platos al suelo. Odio los gritos. Y ahora, muy a menudo, me veo gritando. El grito es una manera de imponerse a un ser más pequeñito, y por tanto menos gritón, con la fuerza física, en este caso sonora. Lo siguiente al grito...no quiero ni pensarlo. Y no sirven para nada, menos mal, porque si no todo el mundo se comunicaría de esta horrenda manera. Cuando una persona grita significa claramente que está ofuscada y completamente desarmada desde el punto de vista del diálogo y la comprensión. Por tanto, vamos a cambiar de táctica. He leído este post: 


http://www.cuatroenlacama.com/search/label/Casilda%20Rodrigáñez 


 En el texto de Casilda Rodrigáñez describe cómo en las relaciones basadas en el AMOR y en la IGUALDAD (es decir, no somos superiores a nuestros hijos) las acciones se llevan a cabo por el mero deseo de satisfacer al ser amado, por lo que las órdenes no tiene sentido. Además, entre seres que se quieren no se resuelven las situaciones por imposición de las voluntades de uno sobre las del otro, sino simplemente por el hecho de que nos sentimos bien cuando hacemos al otro sentir bien, NO POR EVITAR SENTIRNOS CULPABLES AL HACER SENTIR MAL AL OTRO. En el estado amoroso a nadie se le ocurre dar órdenes, sino hablar, explicar las cosas, aplicarse en la resolución de las decisiones con mutuo mimo y cuidado, para conseguir lo mejor para el ser querido. Así, trabajo personal NUMERO DOS: no gritar, sino dialogar. Empatizar, ponerme del lado del ser chiquitito, y descubrir sus necesidades, sus respuestas tamaño niño y comprender sus acciones derivadas. No juzgar, sólo entender y remendar con la palabra en tono normal. 


 3. Los castigos y los premios. 


Cuando castigamos a los hijos, nos queda siempre la duda de si nos obedecen como sumisión a nuestra ira. ¿Deseo que mis hijas hagan las cosas porque me tienen miedo o porque "hay" que hacerlas, con todos los matices que esto implica? Y cuando hablamos de los premios, el asunto es el mismo. ¿Qué ocurre cuando no les gusta el premio o se cansan de ello? Si realmente nos preocupa (en mi caso muchísimo) el tipo de persona que van a ser nuestros hijos, entonces sabemos que los valores positivos se han de forjar desde el interior. Los elogios, los privilegios y los castigos pueden cambiar el comportamiento durante un instante, pero no transforman a la persona, o al menos no de la forma que deseamos. Ningún tipo de manipulación del comportamiento ha ayudado jamás a un niño a desarrollar el compromiso de convertirse en una persona responsable y cuidadosa. Por lo tanto, a partir de ahora voy a intentar convertir las situaciones de "actitud inapropiada" en un momento óptimo para enseñar, una oportunidad para educar o para resolver problemas conjuntamente: "algo no va bien, ¿qué podemos hacer para arreglarlo?". Trabajo personal NUMERO TRES. 


 ¡En menudo lío me he metido! Voy a tener que cambiar toda mi mente socialmente adaptada a otro época de mi vida y vivir la maternidad y la educacion de una forma más consciente. Ya os contaré si hay progresos.

4 comentarios:

  1. Inés mi hijo mayor tiene ya casi 14 años y ese es el tiempo que llevo pensando si lo estoy haciendo bien o no,esas dudas siempre te van a acompañar si les va bien la vida pensarás si a sido en parte gracias a tí o no y si les va mal pues lo mismo, como padres hacemos lo que podemos y siempre tendremos la sensación de que no es bastante.

    Miguel

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  2. Efectivamente, pero eso no quita que intentemos ser mejores, y nos planteemos si a día de HOY podemos cambiar algo que nos haga a todos más felices y mejores personas.
    Muchas gracias por tu aportación, espero que haya muchas más :D
    Inés

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  3. Qué interesante este post, da para una tarde entera de charla sobre crianza. Debe ser muy muy complicado, y eso que la mía todavía no habla. Ya me llegará. De momento, reflexiones como la tuya me hacen aprender y tener una perspectiva más amplia. Por desgracia, tendemos a colgarle a los niños la etiqueta de "buenos" cuando obedecen sin más, cuando no molestan, cuando son silenciosos, sin que todas estas cosas comprometan realmente su calidad como personas. Tenemos que empezar a cambiar desde la raíz.

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    1. :) me alegro mucho que te parezca interesante. Cuando quieras compartimos esa tarde de debates :). Hay muchas más cosas que diseccionar. Para mí, lo más importante es hacer introspección y plantearse lo que no va bien y por qué.
      Besitos a volar

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