domingo, 28 de octubre de 2012

Aquí y ahora


  Aquí estoy. Con mis dos hijas, acompañándolas en su sueño. Intento no distraerme con otros pensamientos, intento vivir el aquí y el ahora. Ser consciente de mis sensaciones y emociones, de lo que representan. Dejándome llevar por la felicidad plena de su respiración y del vaivén de sus sueños. Centrándome en mi cuerpo y en mi mente.

  Percibo mi útero dentro de mí. Soy plenamente consciente de él: me palpo el borde por encima del ombligo,  y sus laterales lisos hacia el pubis. Es una masa elástica que se contrae. La contracción comienza en la parte alta y desciende con fuerza, generando una sensación de poder, indolora pero potente: la fuerza de generaciones concentrada en un músculo que ha ido desarrollándose y tomando el control de mi cuerpo a medida que avanza la gestación.

  Él está ahí. Se ha despertado con tanto trajín. Patalea con el motor de la vida que se inicia en cada una de sus células en progresivo desarrollo. Se despereza, estira, hipa, chupa el dedo, en un mar de tranquilidad caliente, acompasado por el ritmo de mi corazón. Su corazón y mi corazón laten de forma diferente, intercambian fluidos nutritivos, y probablemente alguna molécula de pura endorfina. Reconoce mi voz.

  Intento visualizarlo ahí dentro feliz, una mente en bruto: sin prejuicios, ideas preconcebidas, traumas ni sufrimiento. Un cerebro preparándose para amar, para reír y gozar, para estudiar teoremas, para bailar, para emocionarse con la música o con un beso, para CREAR...

  Lentamente vuelvo a mi respiración. La hago consciente, siento el aire salir y entrar por mis fosas nasales. Percibo cómo baja hasta mis pulmones y relaja mi cuerpo, y en cierta forma, lo cura y lo descansa. Salgo de este estado límbico...y abro los ojos.

  Quiero alcanzar el autoconocimiento pleno y así superarme como madre y como persona. Encarar y vencer los miedos que llevo en mi mochila.

  El camino es largo, pero sé que puedo conseguirlo con amor y trabajo personal.



jueves, 11 de octubre de 2012

Cuatro en la cama

  


Cómo me alegro de haber seguido mi instinto, de haber escuchado a mi "medio naranjo", cuando fuimos de paseo al Corte Inglés de la Puerta del Sol a comprar una cuna para mi primera hija. Cuando vi todas esas camas con barrotes enfiladas, de bellos colores, con dibujitos, móviles encima con música de nana, me entró un escalofrío que me recorrió la médula espinal de principio a fin: ¿iba yo a ser capaz de dejar que mi hija, tan pequeña, tan frágil, tan bonita, durmiera en "eso"?

  El papá, que afortunadamente se trata de una persona con mucho más sentido común que yo, me dijo: "pero, tía, ¿vamos a dejar que nuestra pequeña duerma en eso? Mejor en la cama, con nosotros, ¿no?"

  Y con esas comenzó nuestra vida de colecho. Cuatro meses tenía la enana cuando me atreví a sacarla del cuco y meterla en nuestra cama. Todo comodidades, oiga. ¿Que quiere teta? Pues me levanto la camiseta y barra libre. ¿Que quiere mimos? Pues mimos a la carta. No hay nada equiparable a levantarse la mañana de los sábados todos juntos, hacerse cosquillas y arrumacos, echarse unas risas y cantar canciones.

  Y luego, la cantinela: "se te va a acostumbrar", "no va a haber quien la saque de la cama hasta que se case", "seguro que va a ser una niña dependiente de su madre toda la vida"... y un largo etcétera de gente que no sé si es que se siente culpable por no haber dado ellos ese mismo paso y lo único que quiere es fastidiar, o que de verdad le horripila el hecho de dormir con los hijos: "y, cuando queréis tener sexo, ¿cómo hacéis?". ¿De verdad que la gente sólo folla, con perdón, en la cama? Porque a mí se me ocurren mil lugares para hacerlo, dándole al asunto un toquecillo de diversión y de variedad bastante curioso.

  Y cuando mi pequeña, mayor ya con 3 años, comenzó el cole, nadie diría que nunca había ido a la escuela infantil: todo seguridad, emoción por sus compañeros, risas. Vamos, que no echaba nada de menos a su padre ni a su madre.
  Luego nació mi segunda hija, y con esta no cometimos el mismo error que con la mayor: compramos otra cama de matrimonio en el Ikea, y la juntamos con la nuestra, y todos en la supercama king size.
Ni una mala noche recuerdo yo, ni pesadillas ni terrores nocturnos. Eso sí, teta, mucha teta, a demanda por las noches hasta los dos años.

  Y llega el momento culminante: la mayor, con 5 años, y la pequeña, con 3, han decidido juntas, al mudarnos de casa, que querían dormir en otra habitación, rodeadas de sus juguetes y de sus cuentos. Es en este momento en el que hay que reflexionar irremediablemente sobre las etapas de la vida y la madurez. Ellas lo han hecho cuando estaban preparadas. Al igual que a muchos niños se les quita el pañal antes de tiempo, se les pone en una cuna solos prematuramente, se les da de comer y se les quita la teta cuando su cerebro aún está en plena construcción, sin dar tiempo al tiempo, a lo que la naturaleza nos tiene preparados.

  Me encanta dormir con mi pareja y me encanta dormir con mis hijas. Despertarme con ellos por las
mañanas es el mejor regalo. Y doy gracias infinitas por haber escuchado mi corazón y a mi "medio naranjo" y no a la sociedad que nos impone ser seres individuales e independientes desde que nacemos.
Hay ciertas corrientes que relacionan esta necesidad de separar a las madres de los hijos con el Capitalismo: un modelo social que requiere que las madres se incorporen al mercado laboral lo antes posible para producir para el Estado. Es por ello que se crearon las fórmulas infantiles y las guarderías, los métodos conductistas para que el bebé duerma solito desde los 6 meses de edad, los chupetes y otros sustitutivos del pecho materno, para que se independicen y se conviertan en meros sujetos futuros trabajadores para el Capital, desarticulando la Teoría del Apego, que tan importante ha sido para la supervivencia humana desde que el hombre es hombre.


  Aquí un artículo sobre la familia y el Capitalismo:

  Ahora falta poco para no ser cuatro en la cama, pero me llevo para mí esos bonitos recuerdos, esas noches de teta, esas risas cuando entra la luz por la ventana y nos hacemos cosquillas...Hemos crecido en este nido que hemos creado con mucho amor y con muchas ganas de hacer las cosas bien. Espero que las peques se lleven también ese recuerdo.

  Os dejo la postura de la Asociación Española de Pediatría sobre el colecho: