lunes, 23 de abril de 2012

La madre que soy y la que quiero ser

Nací mujer, crecí mujer y como mujer me relacioné con mis semejantes. Pero no me convertí en mujer hasta que nació mi primera hija. En ese momento, mi cuerpo comenzó a dedicarse a lo que para siempre había estado preparado: mis pechos se tornaron redondos y plenos, como la luna llena, para nutrir y dar calor y amor incondicional. Mi atención y esfuerzos dirigidos al pequeño ser, a sus necesidades y su bienestar. Y en ese momento, dejé de ser yo para ser "yo con alguien".
Ese alguien que me acompañará para toda la vida, y por cuya sonrisa muero y cuyas lágrimas reflejan el llanto de mi propio corazón.
Y crece cada día. Y comienzan las contradicciones. Los aprendizajes y miedos de toda una vida que llevo a la chepa y que pesan cada día más cuando la miro y me topo con mis propios miedos e inquietudes. "No hagas esto", "ten cuidado con lo otro", "no subas ahí", "no digas eso", "no llores"... Pero ella es ella, y yo soy yo. No puedo vivir su vida, sólo enseñarle el camino. Pero, el camino que le enseño, ¿es el suyo propio? ¿o ni siquiera puedo enseñarle el camino, tan sólo acompañarle?
Es un espíritu libre como el viento, plena de potenciales.
No quiero pagar mis frustraciones con ella. No quiero determinar su personalidad, ni su autoestima. No deseo ser una figura severa ni tampoco lábil como un junco. Deseo ser un instrumento para que alcance su felicidad, para apoyarla en sus decisiones, para que se convierta en una mujer fuerte, empoderada y segura de sí misma.
Pero... ¿cómo?
Hay algo que siempre puedo hacer, y es darle amor. Ese amor visceral que se gestó en mi útero y cuyo cordón dejó una huella en su ombligo para siempre. Amor incondicional para éxitos y errores, para cosas que me gustan y cosas que no. Para llorar o reír.
Otra cosa que puedo hacer es respetar sus horas, sus necesidades. Y estar ahí cuando me llame. Y compartir su tiempo, sus juegos, sus motivaciones y su aprendizaje. Pero sin culpar, chantajear ni herir. Porque ella es ella y yo soy yo. Un sólo cordón pero dos corazones, cada uno en su momento espacio-temporal.


Espero que la vida me guíe y me de sabiduría para hacer lo correcto, como mi madre a mí y mi abuela a mi madre.


Espero ser la madre que soy.